Las bolas del engrudo o las dos tortas del perro

Joel Solís Vargas

Había pensado titular esta entrega con algo así como “Al que obra mal se le pudre…”, pero el atinado coordinador de Edición de Palabra de Guerrero me sugirió el título del engrudo.

A Samuel Alejandro García Sepúlveda, el gobernador de Nuevo León, le salió todo mal en este intento de ser candidato de Movimiento Ciudadano a presidente de la República: solicitó y obtuvo licencia para separarse del cargo durante seis meses, del 1 de diciembre del 2023 al 1 de junio del 2024, el día anterior a la elección de ese año.

Obtuvo su licencia y designó a quien él quería que lo cubriera en su ausencia: un encargado del despacho de los asuntos de la gubernatura de Nuevo León. Pero resulta que esa facultad corresponde sólo al Congreso del estado, que designó, no a un encargado del despacho, sino a un gobernador interino; Luis Enrique Orozco Suárez, quien era vicefiscal del Ministerio Público.

Ese fue el primer escollo en sus planes, porque quería dejar a alguien de su confianza, su secretario de Gobierno, para que le cuidara el negocio en su ausencia y le mantuviera las puertas abiertas cuando volviera, pues es claro que ni él mismo se creyó el cuento de que podría ganar la Presidencia de la República.

Voltearle los planes era facilísimo, pues la Constitución de Nuevo León ordena que una ausencia de estas características amerita la designación de un gobernador interino, y eso fue lo que hizo el Congreso local: nombrar un interino.

Samuel García echó mano de argucias propias de un junior encaprichado: movilizó a las huestes de MC y promovió recursos legales para defender sus planes.

Pero la misma noche de este viernes 1 de diciembre del 2023, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la máxima autoridad del país en lo que se refiere a interpretar las leyes y la Constitución, resolvió que la designación del Congreso es procedente y que los poderes públicos de la entidad tienen la obligación de respetar su decisión.

Acorralado por esta resolución inapelable, Samuel García —un “señoritingo” de la política, si nos atenemos a la clasificación del presidente López Obrador— decidió, apenas este viernes por la noche, continuar en el cargo de gobernador, sólo para impedir que un extraño ocupara el despacho en que él ha trabajado desde el 4 de octubre del 2021, hace poco menos de dos años.

Pero en sus prisas olvidó solicitar al Congreso local que desechara su solicitud de licencia. Así, ejerció funciones de gobernador después de las cero horas del 2 de diciembre, cuando ya estaba de licencia, pues ésta entraba en vigor el primer segundo de ayer.

Desobedeció al Congreso y se colocó en posición inelegible para ser presidente, pues la ley ordena que quien quiera ser candidato a esa nominación debe renunciar a su cargo público seis meses antes de la jornada electoral. Y esos seis meses comienzan, precisamente, a las cero horas del 2 de diciembre.

Y para su mala fortuna, el Congreso ratificó la licencia a su cargo. Así, Samuel García tiene licencia y la tendrá, le guste o no, hasta el último segundo del 1 de junio del 2024. No puede, pues, ejercer funciones de gobernador antes de esa fecha.

Pero tampoco puede regresar a ser candidato a Presidente, pues ejerció funciones de gobernador después de las cero horas del 2 de diciembre.

Samuel García —Samueleón, como suele llamarse a sí mismo— es claro ejemplo de cómo la ambición, la codicia, la avidez, la frivolidad, la trivialidad y la intrascendencia, así como el ponerse a las órdenes de un presidente obsesionado con dividir a sus opositores a toda costa, puede conducir al desastre a cualquiera que no tenga suficiente astucia, ni inteligencia.

O, en palabras de la calle, Samuel García es ejemplo de cómo un vulgar ambicioso puede quedar como el perro de las dos tortas.

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