Acapulco: La lucha por las calles, la guerra que viene

* Las inercias dicen que los vendedores ambulantes son dueños de calles y banquetas, pero la ley dice lo contrario. *La presidenta de Acapulco, Adela Román Ocampo, ha expresado su determinación para recuperarlas pero enfrenta severas resistencias… y las seguirá enfrentando.

Durante años se permitió el crecimiento de un monstruo llamado “ambulantaje”, sí un monstruo de más de mil y una cabezas; mil y una razones –lícitas o no- de su existencia. Su tamaño actual es tal que ya no es simple asunto de aplicar un reglamento de Vía Pública y que de la noche a la mañana amanecerán las calles limpias para el libre tráfico vehicular y peatonal.

El problema es de tal complejidad que se tocan temas que van desde una familia que busca el sustento diario, hasta personajes que encabezan grupos de gentes con quienes haces jugosos negocios y que representa, en el fondo, la verdadera resistencia a la propuesta de la presidenta municipal, Adela Román Ocampo, de liberar las calles.

Es un juego de intereses: la población quiere caminar por las banquetas, verdaderos comerciantes informales necesitan un espacio para sobrevivir, líderes necesitan miles de pesos para mantener status y poder.

Aquí pudieran surgir varias preguntas: ¿cuántos que están en las calles son realmente gente que tiene la necesidad de llevar un taco a su casa?, ¿cuántos están haciendo grandes negocios aprovechando esa necesidad?, ¿cuántos tienen 5 o 10 puestos ambulantes?, y, en este sentido: ¿cuántos solamente son empleados y no precisamente vendedores para sustento propio?

Si se separaran a las personas que tienen una real necesidad, de aquellas que medran con la coyuntura, es posible que las autoridades municipales pudieran ofrecer alternativas de salida al problema de quienes realmente lo merecen.

 

DETERMINACIÓN DE ADELA

Desde su campaña en busca del voto popular, Adela Román Ocampo manifestó su intención de recuperar Acapulco no sólo desde el punto de vista de la seguridad pública, sino en el aspecto de la imagen hacia el interior y el exterior, lo que incluye desde luego lograr liberar las calles de escombros, de vendedores ambulantes y de un largo etcétera.

Ya en su papel de alcaldesa, el miércoles 16 de enero pasado, día en que acudió como invitada al Grupo Aca, manifestó con determinación que con la ayuda de todos “voy a demostrar que Acapulco no está perdido y que lo vamos a recuperar; no soy la Mujer Maravilla pero sí soy una acapulqueña bien nacida, y mis paisanos y mis paisanas se van a poner la camiseta…”

Quince días después, el miércoles 30, ante la misma asociación y en presencia del gobernador, Héctor Astudillo Flores, Adela Román insistió en que las calles de Acapulco serán liberadas y utilizadas para lo que fueron creadas.

Ese mismo día pero por la noche, integrantes de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco, la AHETA, le pidieron ejercer acciones relacionadas a la regulación del comercio informal en la zona federal y la recuperación de banquetas.

Todo esto sucedía en el marco de manifestaciones, e incluso toma momentánea del Palacio Municipal, por comerciantes informales de la organización Esperanza Roja, que tuvieron lugar el viernes 18 de enero; los mismos regresaron el 1° de febrero amenazando incluso con tomar medidas severas si no les permiten volver a vender en el Parque Papagayo.

La convicción que manifiesta la edil de recuperar las calles provoca irritación entre quienes se dicen traicionados “porque votamos por ella”, como si se tratara sólo de un asunto de gratitud y de regresar el favor aunque esto represente violentar la ley.

Y es esta ley a la que Adela Román acude para iniciar su cruzada por limpiar estos espacios. “Al margen de la ley nada, por encima de ella nadie”, ha dicho el presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien representa la inspiración y guía de la edil, de acuerdo a sus pronunciamientos públicos reiterados.

 

LAS RESISTENCIAS

Frente a las intenciones de la autoridad municipal están quienes están muy cómodos violentando a todas luces las leyes municipales: obstruyen vialidades y banquetas; generan toneladas de basura, mucha de esta que queda regada por doquier; generan incertidumbre e incluso inseguridad y violencia.

No se trata de personas aisladas, de gente común. Se trata de redes que ya generaron intereses desconocidos para la mayoría, redes en las que están inmiscuidos y quizá hasta atrapados, gentes de la administración pública municipal, estatal e incluso federal.

No es cosa fácil luchar contra este monstruo que al principio fue fomentado, después dejado crecer y que ahora se ha salido del control, todo, porque ya cobró vida propia y ha penetrado las esferas del poder tradicional y mutado en poder propio fáctico.

Muy pocos gobernantes han intentado meter al orden a este monstruo y cuando lo han hecho han reculado en el intento al conocer la magnitud del poder que realmente representa.

Por eso aquí se enfrentan dos grandes contendientes: La ley, que conlleva la fuerza y el apoyo de la población en general, y la inercia de décadas que da el derecho de calles y banquetas a quienes las han tenido en uso y han generado “derechos de antigüedad” que no precisamente están contemplados en legislación escrita alguna.

Si la presidenta municipal tiene la firme intención de liberar las calles, la guerra que viene sería de pronósticos reservados porque, reiteramos, no se trata sólo un asunto de faltas administrativas o de aplicar un reglamento, sino de enfrentar un verdadero monstruo de miles y miles de cabezas, situación que convierte el tema en un delicado y complejo asunto de seguridad pública.

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