Otorgar perdón no significa que se conceda impunidad: Arzobispo de Acapulco

La cita de cada miércoles es a las 8 de la mañana, hora en que comienza el desayuno de los integrantes del Grupo Aca mientras esperan la llegada de los invitados, algunos que llegan puntuales, otros que llegan muy tarde; cuestión de agendas, de irresponsabilidades o simplemente de egos.
Pero esta vez hasta los acasocios llegaron tarde, o mejor dicho llegaron en muy escaso número; incluso los reporteros de la fuente llegaron en número ínfimo: unos cinco. “La semana pasada que estuvo el de Finanzas del gobierno del estado estaba muy lleno, tanto de acasocios como de prensa” comentaban los pocos que estaban en la mesa redonda.
“Si hubiera venido el rector, ni se diga, esto estuviera a reventar de periodistas”, secundó una reportera.
Y no, no se trataba ni del rector, ni del gobernador, sino de un invitado de poco rating en la tierra, pero quizá de mucha presencia en otros niveles: Monseñor Leopoldo González González, Arzobispo de Acapulco.
Pero no sólo reporteros y acasocios anduvieron distraídos en otros menesteres, incluso los técnicos de sonido incumplieron a tiempo su misión, pues faltaban 10 minutos para las 9 de la mañana y aún no estaba listo; incluso el presidente del Grupo Aca, Raymundo Benítez Buenrostro, comenzó sin micrófono la sesión.
Momentos antes se habían repartido chocolates con motivo del Día del Amor y la Amistad que llegaría 24 horas después. Era 13 de febrero, miércoles. A las mujeres, se les obsequió una rosa, ¡qué detalle!

PERDÓN NO ES IMPUNIDAD
Con el tema “La educación como cimiento para la seguridad y la paz”, Monseñor Leopoldo González, se refirió enseguida a que si el crimen no se castiga, es decir, si hay impunidad, “se abona a la comisión de delitos”.
“Hay un número muy grande de delitos que quedan impunes porque ni siquiera se denuncian, y si no hay la confianza para hacer la denuncia, se está abriendo la puerta a la impunidad; el perdón no se identifica con la impunidad, sino que libera a la persona ofendida para poder seguir viviendo; el odio y el resentimiento llena de amargura”, expresó.
Reiteró que se puede exigir que los crímenes no queden en la impunidad sin que haya odio; “el perdón incluye el no odiar, no llenar de amargura a la persona”, dijo.
Al referirse a la ansiada paz consideró que ésta no puede basarse sólo en la vigilancia policiaca, sino que “tiene su raíz más firme en la voluntad de cada persona de no hacer mal a nadie, de ser un bien para los demás; no hay manera de cuidar a todos en todas partes, por eso es fundamental trabajar para que estemos convencidos de que es mejor hacer el bien”.
Y si en la imperfección del hombre, se llega “por debilidad o malicia” a actuar mal “nos arrepintamos, pidamos perdón, hagamos el firme propósito de no volver a hacerlo, y busquemos resarcir los daños en la medida de lo posible”.
Pero aclaró que el reorientar la voluntad para hacer el bien y formar hábitos virtuosos es tarea de la educación; “la educación es tarea de todos; en la educación estamos involucrados todos porque con nuestro modo de vivir influimos unos en otros, representamos caminos y figuras parentales de realización, y porque formamos parte de aquellas instituciones que son responsables de la educación no sólo de las nuevas generaciones sino de todos los miembros de la sociedad: la familia, la escuela, las iglesias, los medios de comunicación; ahí entramos todos”.
Consideró que se requiere impartir una educación basada en valores, pues “saber muchas cosas y saber hacer muchas cosas, no garantiza que lo utilicemos para hacer el bien; lo que uno sabe puede utilizarse para hacer el bien o el mal, por ello la insistencia en que la educación que se recibe y se transmite no sólo sea científica y técnica, sino que incluya la formación ética, que sea una educación basada en valores”.

AMLO Y LA ESPERANZA
En la sesión de preguntas y respuestas se apuntaron pocos acasocios para cuestionar al Arzobispo; había muy poco qué polemizar como sucede con políticos incómodos o poco qué alabar como pudiera suceder con políticos “que las pueden”.
Quizá una de las cuestiones que llevaban jiribilla fue aquella del probable conflicto que pudiera tener la Iglesia con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; la respuesta del prelado fue prudente: “Espero que toda la esperanza que puso el pueblo en este nuevo gobierno no quede frustrada”, dijo sin más ni más.
Como buen religioso, seguidor de Jesús el Cristo, ilustró sus ideas con historias, pero historias reales; como aquella que le sucedió después de una eucaristía: “Pregunté a los niños sobre qué querían ser de grandes, si acaso presidentes de la República o gobernadores, pero nadie levantó la mano; un niño me dijo que quería ser torero y otro me dijo que quería ser albañil como su papá; pero escuché de una catequista en una zona de La Montaña que preparaba niños para hacer su primera comunión, quien les preguntó que qué querían ser y me dijo que 3 de ellos contestaron que querían ser sicarios”.
Con lo anterior destacó la importancia de ser claros en la imagen que proyectamos a los niños respecto a una persona realizada; dijo que si la imagen que se dibuja tiene que ver con posesiones entonces lo que le interesará es ganar para comprar esas posesiones sin importar la manera de conseguirlo, “y hay maneras muy crueles de hacerlo; y si a eso se le añade  tener o alcanzar puestos y privilegios, los va a buscar no importando la manera de lograrlo”.
Lamentó que actualmente está muy debilitado el vínculo social a tal grado que ya ni nos miramos a los ojos, sino que tenemos siempre la vista en una pantalla que nos informa, que nos divierte, y que a veces sólo nos distrae. “Es importante mirarnos al rostro, mirarnos a los ojos, en la calle en el negocio, en el autobús; no pasar junto a otra persona como si fuera una silla”.
Concluyó señalando que para que pueda darse una educación en valores debemos partir de una visión integral de la persona humana; y remató con una frase que a muchos no gustará seguramente: “el relativismo moral nos ha hecho mucho daño”.

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