Chicotazos: El valor de no quedarse callado

Francisco Javier Flores V.

Lo ocurrido con los habitantes de la comunidad de Chautipan, municipio de Chilpancingo, debe ser objeto de una profunda reflexión ciudadana y una especie de parteaguas para que las autoridades enfoquen sus esfuerzos en atacar de manera directa el problema y evitar que más personas inocentes pierdan la vida.

La aparición del video en donde una de las víctimas, el menor Ángel Barrera Millán, confirmaba que los desaparecidos se encontraban en manos de un grupo criminal que opera principalmente en la Zona Centro y Montaña Baja de Guerrero, de antemano auguraba su sentencia de muerte.

Pero también, es una muestra de cómo el crimen organizado ha penetrado a las comunidades rurales, en donde se mueven verdaderos ejércitos integrados en su mayoría por jóvenes caídos en las garras de las drogas y alucinados por el espejismo de portar armas, carros, motocicletas, buena ropa y dinero mal habido.

En poblaciones de menos de mil habitantes, todo mundo se conoce y sabe quiénes son los jóvenes, pero también mayores de edad, que andan en malos pasos. Lo saben, pero no dicen nada, muchos por temor, y otros  seducidos por la engañosa visión de que esa gente armada cuida a su pueblo de supuestos abusos policiacos o militares o de los embates de otros grupos de delincuentes rivales.

Los comisarios en las comunidades dejaron de ser autoridad para convertirse en empleados de los criminales, cuando no son ellos mismos los que asumen ese rol, por lo que ya no es extraño en algunos lugares verlos con la pistola fajada y escoltados por gente que porta armas de alto poder.

En Platanillo, por ejemplo, no era un secreto la presencia de cerca de 200 individuos que habían establecido una especie de campamento o guarida en una huerta de mangos a orillas de ese poblado del municipio de Coyuca de Benítez pero no tan lejano de Acapulco. Se paseaban por las calles presumiendo sus armas, carros blindados, motocicletas y de vez en cuando llevándose jovencitas a su refugio ya se imaginarán con qué fines. No hace falta decir que algunas iban por su propia voluntad.

Ayer jueves comenzó a circular la versión de que unos 400 hombres armados habían tomado la comunidad de Inscuinatoyac, municipio de Chilpancingo, intimidando y abusando de la población. Alguien se armó de valor y ya se está pidiendo la presencia de las fuerzas de seguridad.

Es cierto, en los últimos días se han dado fuertes golpes a la delincuencia y es algo que se aplaude, sobre todo a los gobiernos del Estado y Federal, pero esos esfuerzos deben de intensificarse y reforzarse, mientras que los ciudadanos de los pueblos ya no deben seguir callando, así sean sus propios hijos, hermanos u otros familiares los que anden en malos pasos.

A final de cuentas, es preferible que terminen en la cárcel y no ejecutados, despedazados y abandonados en la sucia batea de una camioneta.

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