Hipocresía

Joel Solís Vargas

Todos en Morena, en primer lugar el presidente Andrés Manuel López Obrador, se mostraron escandalizados porque los embajadores de Estados Unidos y de Canadá advirtieron de reacciones negativas de los mercados de ambos países, si el Congreso de México lleva a cabo la reforma judicial como está planteada en la iniciativa presidencial que afilaron los diputados de la 4T.

Pero en su actitud hay mucho de simulación, de teatralidad y de trasnochado y nostálgico discurso nacionalista. Lengua de madera, llamaba Juan María Alponte a esos discursos copiados de manual, en sus espléndidos análisis en La Jornada, cuando éste era un diario independiente del poder, dirigido por Carlos Payán Velver, y no el órgano doctrinario del lopezobradorismo que es ahora.

López Obrador no pudo ocultar su disgusto, sobre todo con el embajador Ken Salazar, porque hasta antes de este incidente el diplomático había sido complaciente con las decisiones y las ocurrencias del inquilino de Palacio Nacional, hasta el extremo de que el gobierno de Estados Unidos se vio precisado a intervenir para pedirle que se mostrara más mesurado y menos cercano.

Era tal la identificación entre el embajador y el Presidente, que ambos llegaron a llamarse “amigo”.

Sin embargou, el “amigou grringou” esta vez pecó de “cuando menos imprudente” en sus declaraciones y, quién sabe si en el fuero interno de López Obrador no sea sino un “traidorcillo” más, como ha llamado a quienes alguna vez tuvo confianza hasta que pensaron y actuaron por sí mismos, con independencia de criterio, lo cual en el universo lopezobradorista es “traición”.

“¿Quiénes son ellos”, los embajadores, para meterse a opinar en asuntos que sólo competen a los mexicanos? Eso es injerencista, es meterse en las decisiones soberanas de un pueblo libre y bla, bla, bla. La lengua de madera que señalaba Alponte.

Pero, mire usted la falsedad:

En cuanta ocasión ha podido, López Obrador ha manifestado respaldo al régimen cubano, dirigido ahora por Miguel Díaz Canel, aun después de ver la manera salvaje en que el gobierno de la isla ha reprimido a garrotazos las protestas de su pueblo, y la ayuda “humanitaria” que ha enviado a la isla (petróleo, tractores, dinero) en realidad ha sido a Díaz Canel para que él disponga de ella como mejor le parezca para mantener su estabilidad en el poder.

Cuando Evo Morales tuvo necesidad de salir de Bolivia después de incendiar el país con su pretensión de reelegirse, López Obrador no sólo ofreció asilo político al aprendiz de dictador, sino que envió un avión militar para rescatarlo y traerlo a suelo nacional. Y aquí lo mantuvo. ¿No podría eso ser considerado intervencionismo?

El problema con Ecuador lo comenzó López Obrador, si bien Daniel Noboa cayó en la trampa y se introdujo en la embajada mexicana. Fue López Obrador que, sin ninguna prueba, dijo que la derecha de aquel país era la autora del asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, quien por cierto era crítico del mandatario mexicano.

Al gobierno de Argentina lo adulaba mientras los populistas estaban en el poder. Pero en cuanto llegó un hombre de derecha a la Presidencia, todo cambió. Primero declaró que “los argentinos se metieron autogol” con su elección de Javier Milei y sin ninguna prueba afirmó que el FMI le puso trabas al anterior presidente Alberto Fernández (hoy indiciado por golpear a su esposa). Tenía que quedarse callado, así fuera sólo por su investidura de jefe de Estado. ¿Qué tiene que andar opinando sobre lo que eligen otros pueblos? ¿Eso no es injerencista?

En diciembre del 2022, el entonces presidente de Perú, Pedro Castillo, el hombre del sombrerito ridículo, no calculó bien y quiso disolver el Congreso, que lo acusaba por varios escándalos de corrupción. Cuando se dio cuenta de que no tenía las fichas necesarias para ganar ese peligroso juego pidió ayuda a su amigo López Obrador, quien de inmediato dio órdenes para que la embajada de México le abriera las puertas. ¡A un golpista! Lo malo es que a Pedro Castillo tampoco la escapatoria le salió bien, y lo atrapó la policía antes de alcanzar la sede diplomática. ¿Ha visto usted alguna noticia sobre un ladrón tonto que se queda atorado en la chimenea de la casa que quería robar hasta que llega la policía y lo rescata? Bueno, así le pasó a Pedro Castillo; sólo que la policía no llegó para rescatarlo.

Ante la ausencia del presidente, la vicepresidenta Dina Boluarte asumió el cargo. Pero López Obrador dijo que lo usurpó, y acusó, otra vez sin pruebas, que a Pedro Castillo lo tumbó la oligarquía de aquel país y bla, bla, bla. ¿Resultado? Ahora las relaciones diplomáticas de México y Perú están rotas. ¿Eso no es injerencista?

Ha descalificado el sistema que implantó Nayib Bukele en El Salvador para pacificar su país (como si la pacificación de la 4T fuera un éxito). Pero, gracias a la prudencia diplomática de Bukele, el asunto no ha ido más lejos. ¿Eso no es injerencista?

También se fue de lengua ante el proceso electoral que llevó a Gustavo Petro a la presidencia de Colombia. Dijo que su amigo enfrentaba una “guerra sucia”, lo cual fue denunciado por el entonces presidente de ese país, Iván Duque, como intervencionista. Tenía razón, ¿no?

Nunca, como ahora, México terminó un sexenio con tantas relaciones diplomáticas rotas con otros países, y por las razones más esquizofrénicas de la historia patria, no se diga que por mantener una actitud digna, humanista o solidaria.

Al respecto, viene a la memoria cuando Luis Echeverría —sin obviar que fue un demagogo represor— pidió a su embajador en Chile, Gonzalo Martínez Corbalá, quedarse allá tras el golpe militar de Augusto Pinochet, para rescatar a cuantos chilenos alcanzaran a llegar vivos a la representación diplomática, lo cual permitió al diplomático salvar la vida a más de mil 200, con riesgo de la suya; o cuando ordenó suspender relaciones diplomáticas con la España de Francisco Franco y expulsó de México a su embajador, además de que pidió defenestrar a ese país de la ONU, por ejecutar a garrotazos a los opositores políticos Salvador Puig Antich y Heinz Ches. Dos actos de gallardía excepcional que pusieron muy en alto el nombre de México ante el mundo.

(Hoy los noticieros del planeta entero se pitorrean de López Obrador por sacar su estampita y lanzar su conjuro “¡Detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo!”, o por decir en entrevista que los pobres son como mascotas a las que hay que “arrimarles su comidita”, o por decir que el covid no nos iba a hacer nada porque “somos la raza de bronce”).

Viene también a la memoria cuando López Portillo —uno de los presidentes más corruptos y chiflados que ha tenido México— rompió relaciones con el brutal régimen de Anastasio Somoza y reconoció al Frente Sandinista de Liberación Nacional como fuerza beligerante en Nicaragua. Eso era estar a la altura del momento histórico.

El gobierno actual es lo contrario: apoya a dictadores sólo porque dicen que gobiernan para sus pueblos. Y entre ellos la palabra “pueblo” es mágica, es un tótem al que dizque rinden veneración, y se le cuadran como hacen militares cuando aparece un superior. Pero el papel de líder latinoamericano le queda muy grande al presidente de México.

Además, cuando se trata de un país económicamente fuerte y políticamente influyente, López Obrador cultiva buenas relaciones, sobre todo si sus gobernantes son de derecha —y cuanto más extrema, mejor—, esa derecha contra la que tanto despotrica en sus conferencias bananeras. Si usted lo duda, vea cómo fueron sus relaciones con Trump y con Bolsonaro. Cuando Trump amenazó con imponer aranceles a consecuencia del mesianismo de López Obrador, que invitó a los migrantes de Centroamérica a pasar por México en su periplo hacia Estados Unidos y hasta les prometió ayuda para lograrlo, el presidente de México se achicó y le cumplió en todo al magnate.

Es que el país del norte es poderoso, no como los del sur.

Otras hipocresías

Claudia Sheinbaum no dice toda la verdad cuando afirma que en 43 de los 50 estados de Estados Unidos el pueblo elige a los jueces y que por eso Ken Salazar no debería cuestionar la iniciativa lopezobradorista de someter el Poder Judicial mexicano al voto popular.

Pero en Estados Unidos los jueces por voto son los de asuntos menores, no magistrados, mucho menos ministros. Son jueces que ni siquiera deciden sobre la culpabilidad o inocencia del acusado, porque eso lo hacen los jurados; sólo dictan sentencia en apego a la decisión del jurado. En su mayoría son jueces de paz y deben pasar rigurosas pruebas para obtener el cargo. Son jueces de condado, y los menos son estatales.

Además, Estados Unidos tiene un sistema institucional sólido de pesos y contrapesos que en realidad funcionan: frenaron a Donald Trump cuando incitó la rebelión de sus seguidores contra la victoria de Biden, y llevaron a Nixon a la renuncia. ¿Qué institución en México podría orillar a un presidente a renunciar? Que no salga Claudia Sheinbaum a dorar la píldora diciendo que en 43 de los 50 estados de ese país se elige a los jueces por voto popular. En México, los contrapesos están desapareciendo a instancias del lopezobradorismo, lo cual prueba que la iniciativa de tumbar al Poder Judicial no es sincera en sus supuestas pretensiones.

Luego señala Sheinbaum que los jueces no deberían cobrar su salario (y puede que tenga razón) si se suman al paro, porque todos ganan 150 mil pesos al mes (mentira). Si se trata de ver la paja en el ojo ajeno, pero no ver la viga en el propio, ella es una campeona: comenzó campaña tres años antes de la fecha autorizada por la ley, y con miles de millones de pesos. ¿De dónde salió el dinero para tapizar con sus espectaculares y sus pintas todo el país? ¿De dónde salió para pagar su publicidad en el extranjero? ¿De dónde salió para organizarle mítines con cientos de miles de personas por todo el país? Ella dice que no lo sabe. ¿Usted cree que no lo sabe? Si no lo sabe, puede imaginarlo; es bien fácil: si ese dinero no salió del gobierno, salió del crimen organizado. Y eso no sólo no es ético; es corrupción. Hacer algo a sabiendas de que tiene un trasfondo de corrupción también es corrupción. Tan adelantada andaba en su campaña que, cuando se cayó el Metro en la Ciudad de México el 4 de mayo del 2021, ella estaba en Morelia, y tuvo que pedir prestado al gobernador de Michoacán un helicóptero para regresar volando (literal) a ver cómo estuvo el desastre.

Y se escandaliza porque los jueces se van a paro y siguen cobrando…

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