PDLP: ¿Guerrilla Localista?

Felipe Fierro Santiago

Lucio, nos guste o no, forma parte de nuestra historia, de la rebeldía, no contra la pobreza, sino contra la injusticia, contra la explotación, contra la discriminación, su estatua en el centro de Atoyac es un justo reconocimiento a su osadía libertaria, a su visión de Patria Libre, a su slogan de guerra en los momentos más difíciles: ¡Vencer o Morir! 

El concepto o la forma de interpretar el movimiento armado del PDLP y su fundador Lucio Cabañas Barrientos, como un “movimiento localista” ha sido un tema polémico, incluso para redundar sobre lo mismo se infiere que la guerrilla hubiese triunfado si nuestro País tuviese las dimensiones del estado de guerrero.

Existen varios factores que acorralaron al movimiento rebelde para no dar ese paso al plano de la insurrección nacional:

Uno: El caudillismo en las filas del PDLP, la responsabilidad y el mando único, mal o bien recaía en el fundador del PDLP y la prueba irrefutable era que las “nuevas directivas o Dirección del movimiento” fueron cambiantes, menos la cabeza visible del movimiento, es decir Lucio. Quizá el mérito más grande y de reconocimiento es que en el plano de la Dirección del PDLP o en los comunicados, Lucio firmaba con su verdadero nombre, mientras los otros miembros de la Dirección lo hacían con pseudónimos para proteger su identidad, su miedo o su convicción revolucionaria no cimentada, mientras el profesor ofrendó su vida por la liberación del País o por el triunfo del movimiento rebelde.

Dos: El mayoriteo en las reuniones o las asambleas prevalecían, según testimonios de combatientes que estuvieron en el movimiento. El debate y los argumentos no tenían peso ante la simpatía y empatía de la gente cercana al líder, aunque estuviese equivocado; la falta de financiamiento a la guerrilla que implicaba la compra de armamento y de movilidad de combatientes a otros estados, amén del aislamiento de las bases de apoyo con el control de los alimentos de consumo en la población y las campañas permanentes “presuntamente” de asistencia social.

Tres: La movilidad de los integrantes de la guerrilla, unos como permanentes y otros como eventuales, entre éstos últimos ciertos ya no regresaban y eran sacados de las cantinas denunciados por sus propios compañeros.

Cuatro: La falta de una preparación ideológica cimentada a razón del analfabetismo de algunos integrantes del movimiento, su claridad de la situación era la confrontación entre ricos y pobres, sin los principios ideológicos- filosóficos de una teoría revolucionaria.

Pese a ello después de la muerte de su líder y de la derrota militar del PDLP y su Brigada de ajusticiamiento en 1974, el impacto de la guerrilla en Guerrero trascendió a nivel nacional e internacional al convertirse Lucio en un referente de lucha de profesores, de sindicatos y de organizaciones sociales en su lucha por su emancipación. Lucio, después de muerto ha ganado la batalla al ser considerado como parte de los héroes nacionales que ofrendaron su sangre contribuyendo a los cambios democráticos que se van gestando en el País.

Cinco: El cerco informativo y el control de los medios de comunicación por el estado y los caciques logró que la opinión pública se enterara del movimiento guerrillero de manera sesgada, distorsionada, al grado que la censura, permitió manejar un conflicto social plagado de injusticias y explotación, como información amarillista o de nota roja cometida por delincuentes comunes, situación que algunas mentes limitadas académicamente siguen aferradas a ese paradigma reaccionario sin entender a la fecha las dimensiones del conflicto social y de política nacional que se trataba de resolver, sin el análisis de los principios y fines próximos a lograrse.

A la par de esas limitaciones a la fecha quienes en su momento buscaron por la vía de las armas transformar las condiciones socioeconómicas de este País, después de cerrársele todos los espacios legales y orillados a crear grupos de autodefensas ante la injusticia, siguen siendo catalogados, como fueron en su momento, Zapata y Villa; como “gavilleros”, “delincuentes”, “cuatreros”, “robavacas”, “secuestradores”, “comunistoides”, para desviar la esencia del movimiento y encasillarlos en los delitos comunes o del fuero federal.

De tal manera que todas las acciones de represión contra la población pretendieron darle una justificación como parte u obligación del estado para silenciar a una “gavilla de delincuentes armados al sur del País”. Figueroa Figueroa, el cacique camionero, diría en una entrevista a una agencia francesa entrevistado en casa Guerrero en Chilpancingo, capital del Estado. “No hay presos políticos, ni desaparecidos, todos están muertos”, “muerto el perro, se acabó la rabia”, a ese grado la soberbia que da el poder económico salía a flote.

Quizá esa prepotencia del desplante caciquil provocó encono en los seguidores del dirigente del PDLP, a quienes a la postre le reprocharon no haber fusilado a los más rancio del caciquismo regional en la sierra guerrerense.

Estas aseveraciones permitieron el ocultamiento de los fines del movimiento guerrillero y distorsionaron su esencia, al grado de decirse en algunos círculos políticos que la “guerrilla la financiaba el propio presidente de la República, Luis Echeverría”, sin embargo en la población se dio pie a una de las represiones más brutales y a la desaparición de cientos de campesinos, sin llevarlos a los tribunales militares o civiles, bajo la consigna de aniquilamiento total de cualquier inconformidad, con la encomienda de preservar el orden público sobre los derechos fundamentales de la sociedad atrapada en ese contexto, lo anterior nos deja de manifiesto que quienes piensan de esta manera justifican que el crimen se combate con el crimen, sin preservar el derecho por el bien común ni la justicia antes de la represión brutal. Sin ser ducho en la materia el terrorismo de estado se aplicó en toda su dimensión ante la inconformidad social.

¿Por qué el PDLP, no fusiló al cacique Rubén Figueroa?

Quizá uno de los cuestionamientos que se le han hecho a la guerrilla del PDLP, es el no haber fusilado al cacique camionero Rubén Figueroa Figueroa en 1974 cuando lo tuvieron en sus manos acto que ha generado cierta controversia; toda vez que la guerrilla si ajustició a varios campesinos pobres acusándolos de soplones o traidores. Tal vez el campesino por su ignorancia o por no dimensionar la magnitud de las reglas de la guerra actúo de esa manera, o bien ante el miedo de las fuerzas represivas lo orillaron a actuar de esa manera y ese fue su castigo o podríamos inferir que la guerrilla hizo suyo actos de “terrorismo” como escarmiento a quienes los denunciaban, acto contradictorio a lo expresado por el líder guerrillero cuando se dirigía a los comisarios en la reuniones en los pueblos; “digan a las autoridades que aquí estuve para que no se metan en problemas…”

El caso de Gumersindo Ramírez Ortiz y Pedro Nogueda Radilla en el poblado de las Trincheras* deja dos enseñanzas que dejan mal parada la disciplina y las reglas al interior de la guerrilla, la simulación de ajusticiamiento por el caso de una denuncia de violación de una jovencita por estos dos jóvenes, quienes en un simulacro de fusilamiento, el guerrillero Zeferino Arrazola les tira directamente al cuerpo cuando los muchachos huían al bosque, el acuerdo era espantarlos como escarmiento después de un juicio popular en esa comunidad.

Arrazola presuntamente era un infiltrado y no se le arrestó, ni se le expulsó de la guerrilla, solo se le dieron castigos severos; se tienen indicios que siguió siendo el hombre de confianza del dirigente guerrillero. Tal vez los ajusticiamientos de campesinos no tuvieron las repercusiones en los medios escritos, en la televisión y en la propia sociedad, por tratarse de gente allegada al movimiento guerrillero, en cambio fusilar a un descendiente de la oligarquía y militante del hegemónico PRI, tendría consecuencias políticas y de desprestigio contra la acción del PDLP ante la opinión pública nacional e internacional. Y de eso se cuidaba la guerrilla ¿Tal vez? En cambio el cacique en el poder utilizó toda la fuerza del estado contra el movimiento guerrillero con las secuelas a la fecha, a 40 años del último combate en el Otatal y a 88 años del nacimiento del profesor guerrillero atoyaquense. FISF

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