Reflexiones sobre la estupidez

Dietrich Bonhoeffern, fue un líder cristiano alemán que participó en el movimiento de resistencia contra el nazismo, fue arrestado y encarcelado. Mientras estaba preso fue acusado de pretendidamente haber formado parte en los complots planeados por miembros de la Abwehr (Oficina de Inteligencia Militar) para asesinar a Adolf Hitler y por esa razón fue finalmente ahorcado el 9 de abril de 1945. (Imagen y datos: Wikipedia)

Joel Solís Vargas

Poco antes de escribir estas líneas, acabo de ver y escuchar uno de los cientos de videos que circulan en las redes sociales sobre la situación política de México. En este caso fue uno en que el periodista Pedro Ferriz de Con convoca a un paro nacional, y a repetir la acción según sea necesario, y hasta sugiere encender una veladora y elevar algunas oraciones, el Padrenuestro y el Avemaría entre ellas, creo que con la esperanza de derribar a la 4T.

Yo, “con todo respeto” —como dice López Obrador—, pienso que el colega anda muy perdido (como cuando reveló el descubrimiento de un supuesto algoritmo que le habría dado a Morena y aliados la victoria electoral en el cómputo final).

Pienso que a la inmensa mayoría de los mexicanos le importa un reverendo cacahuate la reforma judicial, la sobrerrepresentación y las otras acciones destructivas y regresivas que ha emprendido el gobierno de López Obrador.

Pienso —sin negar que Morena y sus aliados: el PT, el PVEM y nos narcos, pusieron en práctica decenas de modalidades de fraude electoral antes, durante y después de la elección del 2 de junio— que la mayoría de quienes votaron en la jornada electoral lo hicieron por los candidatos del oficialismo, de modo que, aun sin fraude electoral, habrían ganado las posiciones que ganaron, excepto la sobrerrepresentación.

Pienso que eso ocurrió porque a la mayoría de los votantes de Morena les sucede algo similar que a los enamorados: que su enamoramiento, su obnubilación, les impide ver los defectos de la persona que es objeto de su amor.

Claro, por lo mismo pienso que la mayoría de los mexicanos no votó por una reforma judicial, ni para que una fuerza política tuviera la capacidad de cambiar por sí sola la Constitución. No. Votaron por Morena porque están enamorados de su propietario, cuyo nombre es Andrés Manuel López Obrador.

Otros muchos lo hicieron porque en el fondo guardan la esperanza de que el gobierno les siga “regalando” dinero en los próximos seis años, más del que recibieron en este sexenio, una expectativa fantástica, si no fuera porque no es sustentable en el largo plazo, si bien es muy útil para comprar votos.

Por supuesto que Morena, y en particular López Obrador, tiene un gran voto duro, sobre ese tema ya se ha escrito mucho, y es cierto que este no pasa de 20 millones de votos.

Dietrich Bonhoeffer (4 de febrero de 1906 – 9 de abril de 1945) fue un pastor protestante y teólogo luterano alemán que participó en la resistencia contra el nazismo. Fue arrestado y encarcelado, y luego acusado falsamente de complotar para asesinar a Adolf Hitler, por lo cual fue ahorcado el 9 de abril de 1945. Mientras estuvo en prisión escribió sobre el enamoramiento de las masas.

Al respecto, el analista político colombiano Alfredo Rangel publicó un interesante trabajo en el blog La Protesta Militar 2, el 11 de abril de este año. He aquí, en síntesis y con mínimas correcciones, algunos de sus párrafos más pertinentes:

Estupidez colectiva

Por Alfredo Rangel

Dietrich Bonhoeffer fue un intelectual alemán que se opuso al nazismo y por eso fue encarcelado. En la cárcel meditó mucho tratando de explicarse cómo era posible que sus compatriotas alemanes estuvieran apoyando tan fervorosamente a Hitler y sus políticas irracionales y criminales, siendo el pueblo alemán uno de los más cultos y avanzados de Europa y el mundo, en lo científico, lo tecnológico, lo cultural, etc. Llegó a una conclusión: el pueblo alemán fue víctima de la estupidez colectiva. Y entonces Bonhoeffer escribió un ensayo sobre la estupidez que hoy vale la pena recordar.

Y vale la pena recordarlo porque Colombia también está siendo víctima de ese mal. Porque cómo explicarse, si no, que mayoritariamente los colombianos hayan elegido un gobierno que les prometió destrozar su buen sistema de salud y reemplazarlo por el reconocidamente catastrófico sistema cubano, que Petro ha puesto como modelo de lo que debe ser la salud pública. Colombia no tiene el mejor modelo de salud del mundo, pero estamos entre los diez mejores, según la literatura internacional. Junto con nuestra Constitución, es nuestra construcción colectiva de la que más orgullosos nos sentimos, y más de 80 por ciento de los colombianos nos expresamos muy satisfechos con sus servicios.

Y, sin embargo, la mayoría de los colombianos votó por destruirlo, y en su momento esa propuesta de Petro, que nunca ocultó, fue apoyada por intelectuales, sectores médicos y dirigentes de los más importantes partidos políticos del país, sin cuyo apoyo Petro no habría ganado las elecciones. Hoy, muchos de quienes lo apoyaron están arrepentidos, pero el mal está hecho, y tendremos que lidiar con sus nefastas consecuencias.

Según Bonhoeffer, la estupidez no tiene una causa psicológica, sino sociológica, es decir que es contagiosa: la estupidez de uno necesita de la estupidez de otro. Es como un hechizo conformado por consignas que se apodera de la gente. Por eso hay gente muy inteligente que en un momento dado se comporta de manera estúpida, porque es una recaída de su personalidad que no tiene nada que ver con sus capacidades mentales, que pueden ser muchas.

Cuando las personas están atravesando un período de estupidez, nunca creerán en los argumentos contra su estupidez; simplemente los ignorarán. Son absolutamente impermeables a las advertencias sobre las consecuencias catastróficas que su estupidez puede ocasionarles a ellas y a los demás. El estúpido siempre se siente orgulloso de sí mismo y de su estupidez. Más aun, muchas veces es peligroso tratar de persuadir a un estúpido con razones, porque se sentirá agredido, se irritará con facilidad e incluso intentará atacar. Hay momentos en la vida de las sociedades en que contra la estupidez no hay ninguna defensa. De ahí nacen las dictaduras, pero también el declive de los países. Cuba con el castrismo y Argentina con el peronismo son ejemplos.

Con posterioridad a Bonhoeffer, el historiador y economista italiano Carlo Cipolla, siguiendo la misma lógica del alemán, condensó en cinco leyes su teoría de la estupidez. 1) Siempre se subestima el número de estúpidos en circulación. 2) La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de su educación, su riqueza, su inteligencia etc., o sea que se distribuye por igual en todos los segmentos de la población. 3) El estúpido ocasiona daño a otras personas y a sí mismo, sin lograr ningún beneficio. 4) Son impredecibles. Los no estúpidos siempre subestiman el poder dañino de los estúpidos. 5. Los estúpidos son más peligrosos que los bandidos y los malvados. No hay nada más peligroso que un estúpido con poder.

Según Bonhoeffer, solo cuando cae o entra en crisis el gobierno o el régimen social que produce la estupidez colectiva, la gente se puede liberar de ella y del dolor que les empieza a generar la contradicción entre sus pensamientos y sus actos. En Colombia, por fortuna, mucha gente ha empezado a abrir los ojos y, con dolor y arrepentimiento, callado o no, comienza a entrar en razón y a dejar de apoyar a un gobierno elegido en un momento de estupidez colectiva.

Hasta aquí la referencia a Alfredo Rangel.

¿Le suena familiar?

Ahora considere lo siguiente:

Un poco menos elegante

El genial cantautor, poeta, escritor y filósofo argentino Facundo Cabral (La Plata, 22 de mayo de 1937 – Ciudad de Guatemala, 9 de julio del 2011) fue menos elegante, si bien más jocoso, en alguno de sus conciertos:

“Mi abuela (…) estuvo casada con un coronel que realmente era un valiente; solamente le tenía miedo a los pendejos. Un día le pregunté por qué y me dijo ‘porque son muchos, no hay forma de cubrir semejante frente. Y por temprano que te levantes a donde vayas, ya está lleno de pendejos. Y son peligrosos por que al ser mayoría eligen hasta al presidente. Y los hay de todas categorías; por ejemplo, está el pendejo informático, que es un pendejo computado; el pendejo burócrata, que es oficialmente pendejo; el pendejo optimista que cree que no es pendejo; el pendejo pesimista, que cree que él es el único pendejo; el pendejo esférico, que es pendejo por todos lados; el pendejo fosforescente, porque hasta de noche se ve que por allá viene un pendejo; el pendejo de referencia: ¿dónde está el tal Alberto? Allá, al lado del pendejo de la chaqueta gris; el pendejo consciente, que sabe que es pendejo; el pendejo de sangre azul, que es hijo y nieto de pendejos, y el más peligroso de todos: el pendejo demagogo, que cree que el pueblo es pendejo’”.

***

Por supuesto, al hablar de la relación entre las masas y los políticos, Bonhoeffer, Cipolla y Cabral se refieren a la conexión emocional que logra el líder con sus seguidores. Porque básicamente el carisma es la capacidad de conectar con las emociones de los otros.

Así las cosas, Pedro Ferriz y otros, sobre todo aprendices de político deberían también aprender esta lección: para ganar una elección deben ganarse el corazón de ese sector amplísimo que se deja dominar por las emociones. Ese sector que Bonhoeffer y Cipolla llaman “estúpido”, y Cabral… bueno, usted ya lo leyó.

Pero, por favor, no cometan fraude electoral.

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