Quieren desaparecer la representación proporcional

Joel Solís Vargas

Cuán conveniente sería para Morena ─si Claudia Sheinbaum fuera electa presidenta este 2 de junio, con al menos dos tercios del Poder Legislativo─ el Plan C del presidente Andrés Manuel López Obrador, pues con su mayoría podría desaparecer la representación proporcional, y de ese modo, de un plumazo, su partido podría asegurarse mucho más que la mayoría calificada para modificar la Constitución cuántas veces lo necesitara o lo quisiera.

México volvería de golpe a la circunstancia que prevaleció a lo largo del siglo pasado y que permitió al PRI mantener el poder durante casi ocho décadas.

La intención lopezobradorista es desaparecer la representación proporcional con el cuento de que es muy costosa, y con el argumento de que su supresión permitiría al gobierno liberar recursos para destinarlos a necesidades más apremiantes del pueblo de México.

En este punto se revela de pronto la importancia de saber leer entre líneas, porque los políticos tradicionales, como los de Morena, suelen no llamar a las cosas por su denominación original y genuina, sino con eufemismos.

Pero la propuesta es, por lo menos, hipócrita, y paso a explicarlo:

El 16 de junio del año pasado, el dirigente de Morena, Mario Delgado Carrillo, anunció que ese partido entregaría, en parcialidades, 5 millones de pesos a cada uno de sus precandidatos, denominados “corcholatas” por el presidente López Obrador. Eran cuatro morenistas (Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López), pero, con excepción del entonces secretario de Relaciones Exteriores, todo México sabía que la elegida por el dedo divino era la entonces jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Fue una precampaña en toda forma, pero el eufemismo de la política tradicionalista de Morena la denominó “proceso de elección de coordinador de la Defensa de la Cuarta Transformación” (o algo así; la denominación falsa no tiene importancia, es la verdad). Los altos mandos de ese partido la denominaron así para violar la ley electoral sin consecuencias, pues comenzó antes de los tiempos que establece esa normativa. Esta fue la primera mentira en ese proceso.

El 28 de junio, 12 días después del anuncio de los 5 millones de pesos, Claudia Sheinbaum tuvo una “asamblea informativa” con varios miles de acarreados en el Centro Internacional Acapulco. Este diario publicó una nota muy detallada de lo que hubo en ese encuentro: cientos de autobuses urbanos de Acapulco, cientos de furgonetas de transporte foráneo de pasajeros, miles de asistentes, miles de butacas, miles de litros de agua embotellada para beber, tacos para miles de comensales, un toldo de cientos de metros cuadrados con sus puntales y toda su estructura, un gran equipo de sonido que requirió en exclusiva de una planta generadora de 30 toneladas, el templete, miles de gorras y camisetas, y así.

El costo de todo eso, a ojo de buen cubero, era superior a los 5 millones de pesos. En un solo acto, Claudia Sheinbaum consumió los 5 millones de pesos que su partido aún no acababa de entregarle. Y todavía le quedaban por delante decenas de “asambleas informativas” por todo el país.

Esta fue la segunda mentira de ese proceso. Tan mentira era, que el entonces secretario de Gobernación, Adán Augusto López, rechazó los 5 millones de pesos que le ofreció su partido, y dijo que él solventaría los gastos de su campaña.

Las cuatro corcholatas presidenciales tapizaron con sus anuncios y su propaganda las bardas de todo el territorio nacional. Los promotores de Claudia Sheinbaum no se conformaron con acaparar los anuncios espectaculares del país, sino que llevaron su propaganda a una gran pantalla electrónica en Times Square, en Nueva York.

¿Cuánto costó tal derroche publicitario? Quizá nunca se sepa.

Así que la propuesta lopezobradorista de desaparecer las 200 diputaciones de representación proporcional, las 32 senadurías elegidas por el mismo principio y las otras 32 primeras minorías, con el pretexto de ahorrar dinero para resolver problemas del pueblo, es hipócrita y sólo busca entronizar a Morena como la fuerza política única, igual que lo fue el PRI hasta el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Por eso es una propuesta regresiva, porque en aquel entonces, con mucho esfuerzo, la oposición había logrado que en la Constitución se introdujera la figura con 100 diputados de representación proporcional. La intención lopezobradorista regresaría al sistema político mexicano a la etapa anterior, incluso a algo parecido al porfiriato.

La representación proporcional busca la mejor representación de la sociedad en las cámaras. Y abre la posibilidad de que las minorías de hoy sean las mayorías del mañana, al proporcionarles foro, voz y recursos financieros (prerrogativas). De hecho, esa es la característica distintiva de la democracia: la posibilidad de que las minorías se transformen en mayorías y viceversa.

Pero si las minorías en la sociedad no tienen acceso a las cámaras, no tendrán acceso a esos recursos y no podrían crecer o se les haría más difícil.

Podemos discutir cómo hacer más barata la democracia mexicana, pero no a costa de la representación política.

En 1988, bajo ese esquema, exclusivo de mayoría, en el Senado eran 64 senadores. El PRI, con 54 por ciento de los votos, tenía 60 legisladores; el PAN, el PRD y el PT, con 45 por ciento de los votos, tuvieron cuatro senadores. Porque, sin representación proporcional, el que obtiene la mayoría relativa en una elección, aunque no tenga la mitad más uno de los votos, se queda con toda la representación.

El argumento de tendero de barrio de Morena es que las cámaras de Diputados y Senadores tienen una asignación de 15 mil millones de pesos cada año, y que el recorte de la representación proporcional permitiría ahorrar la mitad de eso.

Pero, por ejemplo, la refinería de Dos Bocas, que costaría 8 mil millones de dólares, ya está costando casi el triple, y aún no refina una botella de gasolina. También, el gobierno de López Obrador ha transferido a Pemex 2 millones de millones de pesos a lo largo del sexenio. Y la cancelación del aeropuerto de Texcoco costó 300 mil millones de pesos cuando no era necesario cancelarlo. Así que recursos para atender al pueblo hay, sólo se necesita un buen administrador, que no tenga telarañas ideológicas trasnochadas en la cabeza.

Y no hay comparación, por ejemplo, entre los 15 mil millones de pesos que cuestan cada año ambas cámaras federales y los 350 mil millones que este gobierno ha transferido a Pemex cada año desde hace casi seis. Sobre todo porque la petrolera sigue siendo la más endeudada del mundo.

Se trata, más bien, del dilema entre autoritarismo y democracia. Basta ver el derroche insultante en las precampañas de los morenistas; no les importa la austeridad, que en algunas dependencias ha llegado al extremo del austericidio con tal de tener dinero para comprar votos; lo que quieren es pensamiento único, partido de Estado y, por supuesto, mantenerse en el poder el mayor tiempo posible, igual que el PRI de antes.

Por supuesto que es importante discutir cómo reducir los costos de nuestra democracia. Pero una cosa es discutir y otra es que “las dos terceras partes” (como dice Sheinbaum) del Legislativo decreten el fin de la representación proporcional. Si hay que ahorrar, que no sea en pluralidad; que no resulte que una fuerza que obtenga 40 por ciento de los votos pueda tener 100 por ciento del Congreso, y otras fuerzas, con 60 por ciento de los votos, se queden con las manos vacías.

Los partidos de oposición, que hoy se perfilan como ganadores de la jornada electoral, podrían decir que les convendrá desaparecer la representación proporcional, para que Morena no vuelva a ascender al poder. Pero eso no sería ético, ni saludable para la democracia.

Los sistemas democráticos en el mundo civilizado avanzan hacia una pluralidad mayor cada vez. El Presidente va en sentido contrario: quiere tener control de las cámaras y desaparecer el control de los contrapesos. El mundo necesita más pluralidad, no menos.

La otra parte de la propuesta de Morena: la de ajustar a la baja el tamaño de los congresos locales en función del número de ciudadanos que representen, es, sólo por esa justificación, digna de una discusión seria y serena. Y es el caso también de los cabildos, algunos de los cuales no corresponden por su tamaño al número de pobladores de los municipios.

Pero la discusión tiene que ser serena y respetuosa, pues los señores de Morena, emuladores de su líder, son proclives a insultar y adjetivar a sus adversarios en el debate y la negociación.

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