Coyunturas políticas: El voto del autocastigo

* De nuevo, violencia en la capital

Rafael Solano

En víspera de la contienda federal de 1994, a pocos meses de la insurrección zapatista en Chiapas, del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, del asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murueta, todo avizoraba que el PRI sería derrotado luego de siete décadas con el poder. No pasó así; al contrario, el triunfo del candidato ganador fue tan amplio y sin anomalías que no hubo cabida a la impugnación. Como ocurrió esta vez.

Esa ocasión, el célebre periodista (identificado con la izquierda) Carlos Monsiváis escribió al respecto que, no encontrando otra explicación mejor, calificaba el fenómeno como “el voto del autocastigo”. Es decir, el electorado optó por seguir padeciendo más de lo mismo en cuanto a escándalos políticos, crímenes inexplicables y gobernantes pésimos. Otros analistas menos ideologizados como Ricardo Rocha consideraron que la oposición no pudo ganar porque, por un lado, el candidato panista contaba en su contra con escasa presencia en el sur del país y el candidato de izquierda tuvo la mala estrategia de acercarse al movimiento zapatista en un contexto social en donde la violencia como la que costó la vida a Colosio Murueta era rechazada.

De buscar una interpretación de lo sucedido en la jornada electoral de hace cuatro semanas con la visión similar a la de Carlos Monsiváis podríamos elucubrar que esta vez pasó lo mismo que en 1994: hubo voto de autocastigo, pero también porque haya más programas sociales. Es decir, que no importan los asaltos, las extorsiones, los secuestros y el temor a la inseguridad porque a la vez hay dinero para que madres solteras completen la despensa, dinero para que los hijos tengan tenis y cuadernos, dinero para ancianos y discapacitados, dinero en crédito a fondo perdido. Dinero que, en la época de la abundancia petrolera de inicios de la década de 1980, también se repartía por cualquier motivo. Aquí el problema en un futuro cercano será que no haya de dónde sacar el dinero para repartir entre tanta gente. Casi se acabó el petróleo y ya nadie quiere trabajar porque hay la esperanza que se empiece a repartir ayuda económica a todo aquel que esté vivo.

En fin, al Partido Revolucionario Institucional le funcionó bien la estrategia de mantener al electorado contento con diversos programas sociales; a Morena le debe funcionar mejor porque de allá surgió. El color partidista lo revela. Del verde y rojo (el blanco no cuenta) surge el color guinda.

PASANDO A UN TEMA CERCANO, el jueves 27 por la tarde, el centro de la ciudad quedó vacío tras el ataque contra un vendedor de accesorios para teléfonos celulares. A la media hora del incidente, media docena de patrullas se instaló cerca del local y quizá por los comentarios vertidos en redes sociales acerca de la falta de resguardo policial en prácticamente toda la ciudad capital, otra docena de patrulla comenzó recorridos de vigilancia preventiva.

Esa agresión hizo resaltar la ausencia de policías preventivos municipales, un hecho que debiera explicar la autoridad correspondiente porque se supone, hay presupuesto y personal, pero desde hace meses, no se ve en los sitios tradicionales de vigilancia; es decir, el primer cuadro de la ciudad, el mercado y algunos puntos de intersección de calles. Hasta donde se presuponía, el número de efectivos disponibles del Ayuntamiento era limitado por los exámenes de confianza insalvables y la escasa demanda de plazas policiales, pero hasta donde se notó, se ha reducido esa cantidad a la mínima expresión. Apenas alcanzan los policías para la guardia personal de la alcaldesa Norma Otilia Hernández Martínez.

Hasta antes del jueves por la tarde, las calles, el zócalo y otros sitios de aglomeración ciudadana brillaban por la ausencia de policías; no había ni preventivos estatales porque tres meses atrás, los retiraron de circulación para evitar que los normalistas de Ayotzinapa los agredieran. No se sabe cuántos resultaron heridos de los ataques contra los uniformados luego del incidente donde resultó abatido Yanqui Kothán Gómez Peralta, suscitado el pasado 7 de marzo. De hecho, se supo que los policías amenazaron con desertar si los obligaban a patrullar. El principal temor: lastimar a un normalista y terminar en la cárcel.

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