Martes 5 de noviembre, elecciones en Estados Unidos; quién gane, no da igual: expertos

El candidato republicano Donald Trump, en Milwaukee, Wisconsin y la demócrata Kamala Harris. Imágenes: DJT y KH.

José Manuel Reyes Camero

Washington y Nueva York. En intensos debates en las calles, agrupaciones liberales y progresistas, universidades, foros, centros de análisis sobre las implicaciones de esta elección, en las juntas editoriales, al llegar casi a la culminación de esta aberrante contienda, en una cosa están de acuerdo todos –de derecha a izquierda–: quién gane, no da igual.

Por un lado, para todo el abanico de opositores al candidato republicano (incluyendo varios de sus correligionarios, desde la familia Bush y Cheney hasta el Terminator Arnold Schwarzenegger), su agenda deja clara, el proyecto neofascista de Donald Trump. Aunque argumentan algunos analistas, que retórica sin contenido es mucho del discurso del magnate, la evidencia demuestra lo contrario.

Entre otras cosas, a lo largo de su campaña, ha propuesto Trump: masivas deportaciones de migrantes mediante la Guardia Nacional y, para detenerlos, algo así como crear campos de concentración; asegura que por conducto del Departamento de Justicia, a sus opositores políticos perseguirá y ha prometido que desplegará fuerzas militares contra ciudadanos estadunidenses, que forman parte de lo que llama el enemigo interno.

Que de llegar a la Casa Blanca, castigar a estados con gobiernos demócratas, en el manejo de desastres naturales (que sí hizo cuando fue presidente), está en su lista de acciones.

Ha afirmado que contra los cárteles en México usará la fuerza militar y bombardeará a Irán; continuará con la anulación de libertades civiles y derechos al aborto; así como que impulsará medidas proteccionistas, con consecuencias graves, para los socios comerciales del país. Advirtió The New York Times en la semana, en un editorial sobre estas y otras propuestas: créanle.

Por otro lado, es la oferta de los demócratas, más de lo mismo de los recientes cuatro años, pero ahora con alguien más joven que el presidente Joe Biden –quien ante la presión de las encuestas y la cúpula de su partido, se vio obligado a ceder la candidatura–, quien (a pesar de sus 60 años de edad), como líder de una generación nueva se proclama: Kamala Harris.

Aunque –ante la cada vez mayor probabilidad, de que por Trump fuera derrotado Biden– el cambio de jinete en medio de esta elección, fue ovacionada por casi todos los opositores de Trump, no ha sido suficiente, para cambiar la dinámica electoral al grado que deseaban.

Se debate si en parte, esto es debido al cauteloso y centrista mensaje de la candidata demócrata Kamala Harris, sobre todo, en algunos temas para específicos sectores del electorado y, en particular, los estados claves que el resultado final determinarán, en donde a la derecha ha decidido girar ella: sobre el control de la frontera y el flujo migratorio, el incondicional apoyo a Israel en el genocidio en Gaza y el medioambiente.

Decisivos son estos temas, para un sector latino amplio y los jóvenes, por lo que, de una severa derrota podría acabar siendo un factor, la apuesta a no abordarlos de otra manera; no pueden votar por alguien, que es cómplice de un genocidio, no son pocos los que afirman.

En sábado 2 de noviembre del 2024, Rashida Tlaib, demócrata de Michigan y única diputada federal palestino-estadunidense, rechazó endosar su voto a Harris, por el manejo de la guerra en Gaza.

A la vez, para los anti-Trump, no deja de asombrar que, ante un candidato republicano que es convicto, por fraude empresarial y ocultar pagos para callar a una estrella de pornografía; que enfrenta decenas de cargos criminales federales y estatales, por intentar subvertir la pasada elección y; por ilícito manejo de documentos secretos oficiales –entre otras cosas–, a tres días de las elecciones, en un empate técnico sigue esta contienda.

De hecho, algo curioso hay en lo que como el insurgente y a su campaña ha logrado proyectarse Trump, no como una candidatura más del Partido Republicano, sino como la cabeza de un gran movimiento popular, algo que proyecta en todos sus eventos.

Y la insurgencia es contra el statu quo en Washington, representado ahora por Harris y su jefe Biden (aunque en los tres últimos meses, casi invisible ha quedado el presidente) y con ello, ha logrado mantener un espectacular apoyo de gran parte de una población, incluyendo la cúpula política, que –de acuerdo con los sondeos– en las instituciones democráticas del país no confía, como entre los trabajadores industriales en estados claves y granjeros, que se sienten traicionados, por el gobierno y los demócratas que dicen representarlos.

Para algunos expertos en movimientos derechistas nacionalistas, en la clásica descripción del fascismo, cada vez más, encaja Donald Trump. Ante ello, promover un voto pro Harris, no es necesariamente el más efectivo argumento contra el republicano, sino un masivo sufragio anti-Trump. De todo un coro de activistas liberales y progresistas y líderes políticos, “ése” es el mensaje.

El senador Bernie Sanders –aún, el más popular político electo entre los jóvenes votantes– y la diputada Alexandra Ocasio-Cortez, en Wisconsin y Pensilvania, han realizado eventos de apoyo para Harris, con Sanders difundiendo mensajes a sectores progresistas y jóvenes que –si participan– podrían definir el resultado.

Subrayando que sobre migración, la complicidad en la guerra contra los palestinos y en asuntos ambientales, con Harris diferencias tienen también ellos –afirman–, pero que peores son Trump y sus amigos derechistas –como en cada evento lo repite Sanders. Insiste éste, en que a un solo tema, la decisión del voto no se puede reducir y enfatiza, que para el país un desastre sería Trump, en ámbitos como el de los derechos de las mujeres, el racismo y el cambio climático. Tiene que ser derrotado –puntualizó.

En sábado 2 de noviembre del 2024 en Pensilvania, un acto de apoyo a la vicepresidenta encabezó Sanders, pero su mensaje no fue centrado en ella, sino como una invitación al movimiento, para ampliar los derechos de los trabajadores y enfrentar los planes de Trump, que pretende desmantelar el poder de los asalariados en el país. Una economía que para todos funcione, es hora de construir –apuntó.

Este tipo de mensaje sobre los temas –no necesariamente sobre la candidata–, es proyectado también por líderes, a favor de la defensa de libertades civiles y de los migrantes, los derechos de la mujer, las garantías constitucionales para la comunidad gay y de las agrupaciones a favor del control de armas de fuego, ambientalistas, así como por expertos en relaciones exteriores y asuntos militares (vale recordar, que ex generales que con Trump trabajaron –incluyendo el entonces jefe de gabinete y el jefe del Estado Mayor–, lo han denunciado como autoritario, irresponsable y peligroso), entre otros.

Con mayor credibilidad que la de los políticos, ha sido repetido ese discurso, por estrellas del deporte y la cultura o representantes de movimientos sociales; algunos de los cuales, a la candidata demócrata han acompañado, otros, participando como parte de la resistencia contra Trump, entre ellos, Jennifer Lopez, Beyonce, George Clooney, Los Tigres del Norte, Bruce Springsteen, Stevie Wonder, Stephen Curry, Don Cheadle y Mark Ruffalo.

Gremios del magisterio; Shawn Fain, presidente del sindicato automotriz y Sara Nelson, lideresa del gremio de sobrecargos, entre otros; críticos progresistas del actual gobierno, algunos de ellos, pero que ante la amenaza de la llegada de Trump a la Oficina Oval, consideran que es necesario, votar por la opositora a ese proyecto derechista.

Discrepancias hay, entre el gran mosaico de voces conscientes, liberales y progresistas; sobre casi todo, menos una: No da igual –dentro y fuera del país–, quién gane en estas elecciones. (Con información internacional)

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