Y la niña Beli lo volvió a hacer…

El nombre de Abelina López en despensas.

Joel Solís Vargas

Ya lo había hecho una vez este año, y ahora lo volvió a hacer, en un lamentable y grotesco intento de ganar popularidad, ese preciado bien de comportamiento extraño, que a veces beneficia y a veces perjudica, y que a los políticos suele escurrírsele entre los dedos.

La vez pasada, por ganar popularidad, la presidenta municipal de Acapulco, Abelina López Rodríguez, mando escribir —y luego firmó, sin pudor alguno, como de su autoría— un libro sobre su vida y obra que ella tituló La Niña Beli, su nombre recortado (¿será que Belinda puso de moda el nombre corto Beli?) y que presentó el 31 de mayo de este año.

Ya muchos pensadores habían advertido sobre esta práctica: Por sus frutos los conoceréis, dijo Cristo; El único criterio de la verdad es la práctica, escribió Marx; De lengua me como un plato, afirma, jocoso, el dicho popular. Todo lo cual quiere decir que en el mundo real lo que importa son los resultados, nada más.

El libro que la cantante Marisol Sosa presentó en aquella ocasión —contratada para ello, por supuesto— en la Feria Internacional del Libro de Acapulco, plantea que lo único que una niña, o un niño, necesita para triunfar en la vida es “tener sueños”. Sí, aunque parezca fórmula de gurú de autosuperación personal y no la valoración reflexionada y brillante de una lideresa de un partido de avanzada y de izquierda, en esa obra la doctora López plantea que lo que una niña necesita no es que su madre haya tomado suficiente ácido fólico durante su gestación y se haya alimentado con una dieta rica en proteínas, ni es necesario que la niña desayune bien todos los días y sea atendida en todas sus necesidades de salud y educación; sólo necesita tener sueños y caminar directo a ellos. Era obvio que la alcaldesa no tenía mucho que decir y que sólo quería que su nombre sonara como autora de un libro, pues tal vez alguien le dijo que eso cuenta cuando se trata de ganar popularidad en las proximidades de un proceso electoral.

Ya ni preguntarse con dinero de quién se pagó el tiraje, ni cuántos ejemplares se vendieron. ¿Para qué?

Hoy, aprovechando la ansiedad de muchos acapulqueños por su futuro inmediato tras el golpe del huracán Otis —muchos en verdad necesitados, pues se quedaron sin dinero, sin ingresos y sin posesiones—, la alcaldesa pone en circulación despensas en bolsas translúcidas a las que se ha adherido una tarjeta con el escudo de Acapulco estampado en color morado, el color del partido oficial, la frase “Fuerza Acapulco” y debajo, en letras mucho más pequeñas y en un color gris tan tenue que casi no se ve en las fotos: “ABELINA LÓPEZ RODRÍGUEZ CON CARGO O SIN CARGO TE CUMPLE”.

Miserable intento de la presidenta por sobresalir en este océano de cientos de miles despensas de todo tipo que el gobierno federal está haciendo llegar a los acapulqueños. Ese es uno de los varios escollos que deberá afrontar.

Pero otro, quizá el más grande, es la repugnancia que ha de provocar en los beneficiarios ver el nombre de la alcaldesa como su bienhechora, su heroína, en estos días de gran necesidad, sobre todo porque esa misma alcaldesa tenía la obligación de llevar a cabo acciones efectivas en cuanto pasó el vendaval del huracán, que eran básicamente despejar las vialidades, mantener el servicio de agua entubada en la medida de lo posible y seguir recogiendo los desechos domésticos previo exhorto a la población a no mezclarlos con los escombros del meteoro.

No hizo nada de eso, sino otras actividades de dudosa efectividad, al menos en lo que se refiere a resolverle problemas a la gente, que para eso fue elegida alcaldesa y para eso se le paga como tal.

Hacer eso, cumplir con diligencia y con inteligencia su obligación, estar presente donde se le necesitó cuando se le necesitó, le habría granjeado más simpatías que repartir despensas con su nombre, en las que afirma que “con cargo o sin cargo te cumple”.

Además, querer sobresalir entre cientos de miles de despensas que han repartido y siguen repartiendo el gobierno federal y organizaciones internacionales es, en realidad, poco inteligente para sus fines electoreros.

Tal vez está (o no lo está) tipificado como delito aprovecharse de la desgracia de un millón de personas para hacerse propaganda, tenga ésta o no fines electorales —que de seguro los tiene—, pero alguien debe de cumplir la función de denunciarlo.

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