Abelina, ¿al precipicio?

De antaño peleada con el grupo que detenta el poder en Morena Guerrero y en el estado, la alcaldesa de Acapulco, Abelina López Rodríguez, ha cavado una palada más en el pantano político en que se ha estado hundiendo desde que decidió alejarse del grupo del senador Félix Salgado Macedonio y ahora la ha emprendido contra el gobierno federal.

Apenas se confirmó que el gobierno federal planeaba construir un hospital en terrenos del Centro de Convenciones, la presidenta municipal difundió la postura de su gobierno: el proyecto no tenía licencia de construcción.

Ahora, cuando ya comenzaron los trabajos de medición y topografía en el predio en cuestión, ella ha reiterado que la obra no tiene licencia del municipio, y ha ido más allá: clausuró una construcción en proceso de lo que sería una sucursal del Banco del Bienestar en Renacimiento.

Esta acción se produjo un poco después de que el presidente Andrés Manuel López Obrador y la gobernadora Evelyn Salgado Pineda la ningunearon durante la más reciente visita del mandatario federal a Acapulco, el 25 de agosto, al no invitarla a ella, la alcaldesa de la ciudad anfitriona del Ejecutivo, a asistir a su encuentro ni a ninguno de los actos públicos organizados con tal motivo. ¿Sería, acaso, casualidad?

¿A dónde se dirige la alcaldesa, a dónde la empujan sus enemigos políticos y, más importante, a dónde arrastra a Acapulco en esa ruta?

En el improbable caso de que sea real la discrepancia de Marcelo Ebrard con Morena, por lo que él llama irregularidades en el levantamiento de las encuestas para medir la popularidad de sus precandidatos y por el trato despreciable que Mario Delgado y Alfonso Durazo dieron a sus representantes durante el cómputo, uno de los efectos —imponderable en este momento— que eso tendría en Acapulco tocaría a la alcaldesa Abelina López Rodríguez y a su futuro político.

Ella, desde el principio de la campaña interna de Morena —que este partido denominó asambleas informativas—, eligió el bando equivocado, el bando de Marcelo Ebrard, el único de los seis aspirantes que creyó o que fingió creer que Morena respetaría las normas electorales básicas, las de validez general; el único que creyó o fingió creer que López Obrador cumpliría la palabra que empeñó en el 2012, cuando ambos eran militantes del PRD y Marcelo quedó en primer lugar en los sondeos que levantó ese partido para seleccionar candidato a presidente.

En aquel momento, ante la amenaza de López Obrador, de romper con el partido y desfondarlo —lo cual, a fin de cuentas, hizo años más tarde— si no le daba la candidatura, Ebrard cedió y lo dejó ser el abanderado, a cambio de la promesa de que el hoy presidente devolvería el gesto cuando eso estuviera en sus manos.

Bien, en el actual proceso estaba en sus manos hacerlo candidato. No era necesario armar un teatro de campaña interna disfrazada de asambleas informativas. López Obrador no es del tipo de dirigente institucional, sino que su liderazgo no se circunscribe a lo que dictan leyes, estatutos o reglamentos. Es un caudillo, y si en la Presidencia se burla de la Corte y de los jueces, elude las prohibiciones, los amparos y las medidas cautelares ordenadas por otras autoridades, en Morena hace eso y más: hace lo que quiere. Bien pudo ahorrarse el teatro para pasar en directo a devolverle el gesto a Ebrard.

Sólo por este detalle cualquiera podría pensar que el conflicto entre Ebrard y Morena (que en el fondo es un reclamo de Ebrard a López Obrador) es perfectamente real, que no es un montaje planeado para quitarle votos a la oposición. Pero nadie puede estar seguro ahora de que esa sea la verdad.

El caso es que Marcelo Ebrard tiene dos opciones: se sale de Morena o se disciplina. Lo que haga será muy revelador de sus intenciones, a favor de uno o de otro de los dos grandes proyectos para el país. Cualquier decisión que tome tendrá efectos en uno y en otro. Y Abelina López va en ello porque selló su suerte cuando decidió apoyarlo con todo.

Así que es válido preguntar: ahora que emprendió esta guerrita de declaraciones y amagos con el gobierno de la República, ¿qué puede ocurrir con la alcaldesa? Viendo cómo se las gastan en la 4T y tras la derrota y los pataleos de Marcelo Ebrard, no es difícil imaginar lo que le espera a su gobierno. El problema es que los acapulqueños son quienes pagarán las consecuencias, de una o de otra manera.

Tal vez ella misma lo explique este domingo, cuando rinda su segundo Informe de Gobierno.

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