Treinta años de Guerra en el paraíso

Para Diana Indira, con afecto y respeto

 

INTRODUCCIÓN
Agradezco la invitación a esta mesa redonda para conmemorar las cuatro décadas de la Escuela Superior de Ciencias Sociales de la UAGro. Celebro también que se haga con un evento académico plural y que involucra a otras instituciones educativas. En estos tiempos, dominados por la fatuidad y los juegos frívolos, es alentador que se haga énfasis en lo académico y formativo para honrar el esfuerzo que durante casi medio siglo han realizado ustedes para establecer una carrera universitaria pertinente y de calidad. Saludo al doctor Taurino Hernández, director de Sociología, a mis compañeros de panel: doctor Raúl Fernández Gómez, a Víctor Cardona Galindo, mi compañero en los caminos de la crónica, al maestro Raúl Sendic García Estrada y a todos ustedes.
Hay una triple coincidencia en este homenaje: su escuela cumple cuarenta años, Carlos Montemayor hace exactamente diez años que se fue al viaje sin retorno y su novela Guerra en el Paraíso cumple treinta años de haber sido publicada. Ello constituye motivo suficiente para que esa obra sea el centro de esta comunión.

MEMORIA DE MONTEMAYOR

En el último capítulo de su más reciente libro, ‘Los años heridos’, Fritz Glockner nos regala una exhaustiva y rigurosa bibliografía comentada acerca de la literatura guerrillera. El capítulo es una guía para el estudio de todos esos años en que las obras políticas pasaron de ser crónicas interesadas y versiones calumniosas del poder, acerca de la lucha armada en México. Con una cronología precisa, cuando llega al nombre del escritor que ahora nos convoca, Glockner afirma que: “La conciencia de la amistad sacrificada en septiembre de 1965 durante el intento de asalto al cuartel de Ciudad Madera, en Chihuahua, obliga a Carlos Montemayor a incursionar primero en su poética y estruendosa novela Guerra en el Paraíso, en el año de 1991, con la que obtiene el Premio Colima de Narrativa y donde la figura de Lucio Cabañas resurge inevitablemente para irradiar sobre la represión oficial en las comunidades campesinas e indígenas en el estado de Guerrero, como virus que se incuba. La misma obsesión que se ha apoderado de los autores antes mencionados también infecta a Montemayor, y su prosa se ve dominada por la temática, publicando para 1999 ‘Los informes secretos’, alcanzando por fin el pacto con sus amigos de Chihuahua en el año 2003 con ‘Las armas del alba’, y ‘Las mujeres del alba’, publicada en el año 2010, cuya edición no alcanzó a ver” (Glockner, Fritz, ‘Los años heridos’, pag. 578, editorial Planeta, México, agosto de 2019)

Me parece que esta cita es una muy buena ficha bibliográfica de toda la obra de Carlos Montemayor Aceves (Parral, Chihuahua 1947, CDMX 2010). También es cierto que después de Guerra en el Paraíso la temática guerrillera se vuelve recurrente en este autor.

DE LA POESÍA A LA GUERRILLA

No olvidemos que Montemayor es esencialmente un poeta; por eso su prosa magistral (prosa poética, diremos, forzando los convencionalismos y los géneros) hace que sus personajes se fundan con la naturaleza, que a su vez parece cobrar vida humana y que incluso puede tener sentimientos. ¿Quién dijo que después de “la manzana de oro” que constituye la obra de Rulfo el campo no hablaría? ¿Que todo intento en ese sentido estaba destinado a la repetición? Con Montemayor regresó la nostalgia por el mundo rural. Si en La región más transparente, de Carlos Fuentes, el personaje principal es la gran ciudad que abraza cálidamente a sus protagonistas, en la obra de Montemayor es la naturaleza entera la que se expresa en una especie de discurso biológico, donde hablan las piedras, las nubes y las estrellas; hay párrafos donde puede percibirse el aroma a légamo de un río crecido o la fragancia lejana de un sonido azul.

Montemayor era de Chihuahua. El lugar de nacimiento todavía cuenta en el México de nuestros días. De ese estado son Gilberto Martínez Solares, José Fuentes Mares y José Muñoz Cota. Nelly Campobello es de Durango, pero vivió hasta los 23 años en Parral, la ciudad donde nació Montemayor (1947). Primero publicó poesía y tradujo a varios autores de la literatura clásica, especialmente a Safo y los Carmina Burana, cuya traducción le valió para obtener el premio Alfonso X, en España.

Esa gran sensibilidad de poeta hace que efectivamente, como dice Fritz Glockner, su obra tenga reverberaciones líricas, lo que la hace estruendosa. Guerra en el Paraíso relata con apego estricto a la realidad las peripecias principales del grupo guerrillero y la forma en que fue asimilado y combatido por el gobierno. El tránsito entre el testimonio, el informe policíaco o la crónica personal se ven superadas cuando aparece esta gran novela, que es una de las más influyentes del siglo XX mexicano.

Montemayor concibe su obra como primigenia. En cierto sentido tiene razón; hasta antes de ella los relatos sobre la guerrilla son crónicas muy personales de los sobrevivientes o libelos escatológicos auspiciados por el gobierno para supuestamente combatirlos; en suma, esos relatos fueron la versión de alguno de los bandos.

Hasta antes de Montemayor, el género “guerrillero” es dominado por lo testimonial, esa variante interesada que escriben los sobrevivientes de hechos de armas. Aunque importante como fuente primaria que mantiene la visión de los vencidos, los intentos derivan en crónica parcial de los hechos, que, a veces, carecen de requisitos literarios.

Los proyectos de escritores serios para atender el tema de la guerrilla naufragaron porque quienes intentaron hacerlo (aunque dominaran el oficio) no fueron tocados en carne viva por los acontecimientos. Así, una intención de novelar la guerrilla urbana a partir del fallido secuestro de Margarita López Portillo, terminó en una monumental novela de ficción política: La guerra de Galio. En la introducción, Héctor Aguilar Camín confiesa su desencanto con el mar de papeles, volantes y proclamas que revisó y a los que llama “basura literaria”.

Aunque es la más importante, la más bella y completa, Guerra en el paraíso no fue el primer tratamiento sobre el tema (al estilo digamos de Heriberto Frías y, Tomóchic, obra con la que Montemayor quiso comparar la suya). Ello no implica negar que Montemayor es el único escritor que elevó la literatura sobre la guerrilla mexicana a niveles excelsos.

Guerra en el paraíso surge además en un contexto de reivindicación de la novela histórica, género que se había devaluado, cuando se transformó en la versión oficial y parcializada de ciertos acontecimientos, desde que a los protagonistas de todos los bandos se les ocurrió dejar por escrito sus experiencias, o incluso encargárselas a otros que sí tenían el tiempo, la pasión y el oficio de escribir. El resurgimiento del género llegó a su cúspide con “Galindez” de Manuel Vázquez Montalván, Premio Europeo de novela en 1991. Completó la reivindicación la tetralogía insuperable de Mario Vargas Llosa (Historia de Mayta, La guerra del fin del mundo, La fiesta del chivo, y su más reciente obra, Tiempos recios). Ese marco intelectual dio para el surgimiento de extraordinarios productos intermedios entre la novela histórica y la ficción literaria; destaca entre ellos “En busca de Klingsor”, de Jorge Volpi.

CUMPLIR UNA PROMESA

La vinculación de Carlos Montemayor con la guerrilla guerrerense, empieza el 24 de septiembre de 1965 en la ciudad de México. Cuando el joven chihuahuense estudiaba en la UNAM, se estremece con las noticias del intento de asalto al cuartel militar de Ciudad Madera. El bachiller, escucha atónito los nombres de varios muchachos a quienes conoció y a los que quizá acompañó en el reparto de volantes para algún evento político. Eran tiempos de la guerra fría y el macartismo como doctrina dominante; por eso se hizo famosa (no por su contenido deleznable) la versión oficial de aquellos hechos, resumida en la frase del gobernador Giner: “Querían tierra, denles tierra”.

Tal vez desde ese momento quiso el poeta escribir y publicar una versión novelada de aquellos hechos, pero no tenía entonces la distancia crítica que se necesita para esos cometidos. Si Las armas del alba se hubiera escrito antes de Guerra en el paraíso, seguramente su resultado se emparentaría (en una variante más fina, claro) con las crónicas que hemos comentado.

Sin procurarlo, Montemayor adquiere la distancia que le permite ver los acontecimientos con el desgarramiento propio de la guerra, aunque sin el partidarismo que deviene de un tema familiar. Roto el vínculo del paisanaje, el escritor se acerca al tema de la guerrilla dando un rodeo que producirá una de las mejores novelas de la literatura mexicana del siglo XX.

Con Montemayor regresó la novela histórica; también el mundo rural y el paisajismo, que ahora incluye no sólo lo que está a simple vista, sino lo que se siente, que puede ser desde una raíz hasta una constelación que pasa en los intersticios que dejan las caudas luminosas de una lluvia de estrellas fugaces. La nostalgia rulfiana del mundo campesino se convierte en nostalgia por la vida, por las cosas que viven como vive la gente.

Guerra en el paraíso no es sólo un libro sobre la guerrilla. En la obra se condensa magistralmente una época de la política mexicana. Los enfrentamientos en Guerrero son sólo la vía por la que van surgiendo todos los personajes de una trama nacional

Casi al final de Guerra en el paraíso, cuando la derrota militar de la guerrilla es inminente, Montemayor introduce el tema del ejército a partir del recurso de una conversación entre sus mandos en el casino del Campo Militar Número Uno. Allí, uno de los comensales dice: “El destino de los ejércitos siempre colinda con los territorios más disputados de la historia, con los terrenos más difíciles”.
Esa nueva realidad de la misión del ejército adquiere en “Los informes secretos” los perfiles de un verdadero trabajo de inteligencia. Los informes secretos es la novela que el autor escribe a vuelapluma. Es el relato de un minucioso trabajo de investigación sobre el propio Montemayor (al que se denomina “el objetivo”). El equipo que realiza el seguimiento quería saber (y al parecer nunca lo logra) quién le pasa información fidedigna y sensible al autor. La investigación tiene que ver con las filtraciones del Plan General de Maniobra Estratégica Operacional para destruir la estructura política y militar del EZLN y mantener la paz. (pág. 226)

Una cita de los Informes Secretos nos puede echar luz sobre los vínculos de Carlos Montemayor con la lucha social y la lucha armada desde edad temprana:

“El Objetivo participó en el estado de Chihuahua en una organización llamada Liga Ciudadana de Defensa de las Garantías individuales y Sociales, cuyo instigador fue el profesor Antonio Becerra Gaytán. (…) Aunque la información es fidedigna, nos resistimos a creer que el objetivo se apartara total mente de ciertos grupos campesinos. Una razonable duda proviene del siguiente hecho: si bien él no participó en el movimiento estudiantil de 1968 en la ciudad de México, pudo haber instigado encubiertamente el movimiento universitario en Chihuahua desde el mes de septiembre de ese año y después haber desaparecido. Esta ruta de investigación podría ayudarnos a establecer sus vínculos más antiguos, pero, muy respetuosamente lo planteo, nos puede también distraer de este momento y de las líneas de investigación de sus nexos actuales, no necesariamente relacionados con aquellos años, que, como él diría, ya son historia”. (Carlos Montemayor, Los informes secretos, pag 86-87, Editorial Joaquín Mortiz, México 1999)

Esto es lo que lleva a pensar, que, en efecto, existía un pacto entre él y alguno de los participantes en el asalto al cuartel de Ciudad Madera en 1965.

LOS RETOS DE LA NUEVA LITERATURA GUERRILLERA

Después de la derrota militar de la guerrilla, surgen en el bloque dominante varias interrogantes ¿Cómo contaremos esta historia a las generaciones venideras? ¿Qué dirán los libros de texto del futuro?
Para atender un proceso histórico, más importante que los saldos en el terreno militar, son los saldos que se producen en la narrativa; es decir, cuando los procesos que se intentan relatar se ubican no en el recuerdo de alguno de los protagonistas de los bandos confrontados, sino en el destino de una región o de un país.

Es necesario matizar la pregunta ¿Quién ganó esta guerra?, ubicados en el contexto de nuestros días debe expresarse en preguntas como ¿Sirvió de algo la rebelión? ¿Sirvió de algo la represión? ¿Sirvió esa experiencia para hacer ciudadanos y políticos mejores?

Hoy estamos ante la realidad de un nuevo poder, el Estado que propició la represión está en vías de desmantelamiento. Ese nuevo poder necesita una versión de aquellos hechos y esta debe construirse con objetividad. Hay datos que van configurando esa nueva modalidad del régimen: las disculpas públicas, la forma en que comienzan a aparecer en el discurso oficial algunos personajes como Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Ellos ganaron en la narrativa y la novela histórica ganó como género literario.
Existen sin embargo nuevos peligros para la narrativa. Si antes fueron los testimonios de bandos encontrados, las obras contemporáneas corren el riesgo de convertirse en una justificación histórica del nuevo poder; es decir, que echen luz sobre los excesos y represiones del viejo régimen y cubran con un manto de oscuridad los excesos, divisiones y confrontaciones en el bando de la guerrilla.
Por fortuna el nuevo régimen es producto de un proceso electoral, el peligro fuera mayor si hubiese nacido de una revolución violenta. Pero de todas maneras existe el riesgo de que la interpretación de una bandería política surja como justificación del nuevo régimen. Siempre habrá plumas y voces que se presten a ello y siempre, todos los regímenes, en todo el mundo y en todas las épocas, encontrarán la forma de estimular con canonjías, cargos o dinero en efectivo, a los que a ello se presten.
Un gran historiador de las revoluciones, Adolfo Gilly, dice al respecto lo siguiente:
“Una vez que el nuevo poder se ha establecido, su búsqueda de legitimación lo lleva a buscar apoyo ideológico en los mismos terrenos en que los viejos poderes habían fundado su propia justificación ideológica. Y entonces, una vez más, la historia es la primera disciplina que se ve arrancada del terreno de la ciencia – es decir, de las exigencias del pensamiento crítico, la prueba material y la demostración empírica – hacia los dominios de la ideología. La historia, antes concebida por los partidarios del cambio revolucionario principalmente como una crítica del poder existente, vuelve a presentarse como un discurso del nuevo poder establecido – en otras palabras, pierde su carácter crítico y científico, su filo y su fuerza, y queda otra vez sometida a las exigencias políticas del día o de la semana. “No hay mejores partidarios del orden que los revolucionarios en el poder” dice la amarga y escéptica frase inicial del checoslovaco Milan Simecka en su libro El restablecimiento del orden” (Gilly, Adolfo, ‘Memoria y olvido, razón y esperanza, sugerencias para el estudio de la historia de las revoluciones, pag 23, Editorial Océano, México 1986)

A partir de Guerra en el Paraíso, toda la narrativa posterior tendrá que tomar distancia sin partidarismos e ideologías para instalar un sólido género literario que seguramente producirá, dentro de algunos años, algunas de las mejores novelas del siglo XXI, con temáticas que abarcarán la pasada centuria. Ocurrirá igual que con Fernando del Paso, que escribió en las postrimerías del siglo XX, la mejor novela mexicana del siglo XIX: Noticias del imperio. ¿Por qué tendrá que ser novela? porque la novela histórica permite enfocar desde muy distintos ángulos un fenómeno social. Recordemos la definición de Hemingway: toda novela es un gran reportaje. Varias novelas han cambiado la historia en muchas partes del mundo y han contribuido a superar los problemas de la guerra y las crisis humanitarias.

APOSTARLE AL FUTURO

En el año 2004 se celebró el medio siglo de la publicación de Pedro Páramo. Juan Rulfo fue homenajeado en todo el país y en otras partes del mundo. Dentro de veinte años, la Escuela Superior de Ciencias Sociales tendrá sesenta, coincidirá con los treinta de la muerte de Carlos Montemayor y con cincuenta años de su hermosa novela, Guerra en el Paraíso. Esperemos que, en esa fecha, se vuelvan a reunir los que aquí estamos y puedan sobrevivir a este tiempo tan difícil, para celebrar el medio siglo de un libro que llegó para quedarse.

Cuando ello ocurra este recinto será insuficiente porque la gente estará muy interesada en leer lo que pasó en este tiempo mexicano de violencia y degradación. Habrá muchos más lectores de los que hay ahora y la sociedad mexicana estará renovando una vez más su esperanza. Muchas gracias.

• Palabras pronunciadas en el panel “Treinta años de Guerra en el paraíso”, organizado por la Escuela Superior de Ciencias Sociales de la UAGro para conmemorar el 40 aniversario de su fundación y los diez de la muerte de Carlos Montemayor. Acapulco, Guerrero, fuerte de San Diego, 28 de febrero del 2020. (subtítulos Emmanuel Dorantes Balanzar).

 

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