Volver a la familia

 

– Y como le venía diciendo, compadre Cucufato, toda la gente anda vuelta loca…

– Como usted comprenderá… así es como nos trae esta fiebre del Coronavirus, compadre Perplejo.

– Pues ya me chingó, pero es cierto, y el problema es que no sólo la gente que anda a pie está así como atarantada, sino también los políticos, ya ve que la presidenta municipal había dicho que ordenaría el cierre de restaurantes, cantinas y cuanto negocio se les atraviese, y al otro día se echó para atrás, y ahora dijo que nomás les sugería adoptar medidas preventivas y que si alguien quería, de manera voluntaria, pues cerrarían, pero que ya no es de fuerzas.

– Bueno compa, pues un resbalón lo tiene cualquiera, como eso de “cómo dicen una cosa dicen otra”, pero de ahí para allá todos los demás políticos andan normalitos.

– ¿O sea loquitos?, porque no me diga que esos canijos realmente son normales.

– Pues sí, usted nomás porque le gusta criticar por todo a nuestros heroicos políticos, sobre todo los de Morena.

– Pues a ellos me refiero cuando digo que andan loquitos: figúrese, ese Félix, el mentado Toro sin Tuercas, se puso a maltratar a sus compañeros del Senado, y lo más bajito que les dijo fue cobardes e hipócritas.

– No pos sí, está cabrón, y eso que ya no se ha puesto hasta las chanclas, ya ve que dicen que ya dejó de inflar, así como usted comprenderá.

– El problema es que con esto del Covid-19 todos andamos que no nos calienta ni el sol, y eso que dicen que con las altas temperaturas de Acapulco el virus no puede sobrevivir, y menos con el calor que hace en estas unidades del Acabús que ya ni les sirven los aires acondicionados.

– No sea chocante compita, acuérdese antes como andaba colgado de los “chilolos”, que iba revuelto con guajolotes y no se quejaba; ahora está de fifí que quiere aire acondicionado.

– Pues si así nos vendieron la idea, dizque de transporte moderno…

– Pues sí, tiene razón, pero ahora hay que aguantarnos y acostumbrarnos al mal servicio.

– A lo que no me voy a acostumbrar es a quedarme encerrado en casa, ya ve que ahora nos quieren meter en cuarentena, dizque para evitar pasar a la fase 2 de la alerta por el Coronavirus.

– ¿Y qué tiene de malo que se quede en su casa?

– Pues que estoy acostumbrado a andar de vago, de nachas prontas con los amigos… y sobre todo con las amigas.

– No compadre, no diga eso, mire, ahorita con esto de que tenemos que evitar el contagio, debemos dejar de andar de picaflor, de gigolós… ¿no ve que no sabemos cómo ande esa gente que con todo mundo se anda manoseando? Fíjese, si nos piden no saludar de beso y de mano con amigos y amigas, ¿cómo va andar haciendo otro tipo de cosas con amiguillas?; el peligro es muy grande, así es que más vale ser fieles, no nomás ahorita, sino siempre, pero ahorita con más razón, por seguridad personal y para cuidar a la familia.

– ¡Ay compita!, creo usted ya se está volviendo “hermano”.

– No, ni “hermano” ni… ¡ni madres! Sólo estoy diciendo que debemos tener mucha precaución para evitar infectarnos a nosotros mismos y a la familia que… ¿qué culpa tiene?

– Pero eso de estar encerrado durante uno o dos meses, como que será muy aburrido, ¿no?

– Pues depende compa, mire, ¿hace cuanto tiempo no convive con su vieja, con sus hijos, sus hermanos… pero así en familia?

– Pues todos los días, en la mañana nos saludamos cuando nos vamos a trabajar y los chamacos a estudiar, aunque a veces no los veo porque cuando me despierto a veces ya se fueron.

– ¿Ya ve?, estoy seguro que no se han puesto a cotorrerar en familia desde hace muchos años, todo, porque andan para arriba y para abajo, como locos, pensando nomás en el trabajo, en los estudios, en el dinero, pero de demostrar amor en familia, nada.

– Yo le doy dinero a mi vieja para que no les falte nada…

– Dinero, dinero, dinero; eso no es amor compa, eso es nomás cumplir con una parte de nuestra obligación, que es la de proveer; la otra parte es darles tiempo de calidad, amor, atenderlos en sus inquietudes, escucharlos y que nos escuchen.

– Órale compa, ya se me volvió muy sentimental.

– No se trata de eso, lo que pasa es que hay que ver la parte buena de la desgracia que tenemos encima y que nos obliga a quedarnos en casa; es la oportunidad de volver los ojos a la familia, de volver a sentir realmente la compañía de las gentes que amamos, pero sentirla de a deveras, no por ratitos ni a las carreras.

– Pues no sé, es que estoy desacostumbrado a esas cosas que se me hacen jaladas de pelo, algo así como cursis.

– Lo que pasa es que así nos tiene esta agitada vida que vivimos, con tanta tecnología, con tantas prisas y ajetreos; vivimos bajo el mismo techo pero no convivimos.

– Quizá tenga razón, aunque…

– Nada de que quizá, lo que debemos hacer es prepararnos a vivir la familia de manera intensa, sentarnos frente a frente con los nuestros, convivir realmente, aprovechar este tiempo que la vida nos da como oportunidad, más que como desgracia; así debemos verlo, con positivismo, no con negativismo; como un regalo, no como un castigo.

– Ya le voy entendiendo compadrito, ya vi que no es tan güey como parece…

– Pues dígame como quiera, pero lo más importante es que ahorita que regresa a casa aproveche a su familia, póngase a jugar lotería, matatena, algo que les meta en actividad física, que los relaje, y sobre todo, que recupere ese contacto y muestras de cariño que hace tiempo no damos a los nuestros.

– Pues le voy a hacer caso compita, y la plática está buena pero ya llegué a la terminal del Rena del Acabús y aquí me bajo.

– A mí me faltan otras dos o tres paradas; que le vaya bien y ahí me saluda a la comadre y a mi ahijado.

– De su parte…

– Sin albur… ¿verdad?

– Por supuesto… ¡Bajaaan!

– Uuu, ya lo pasó de nuevo por güey, jejeje.

-¡Chin! 

 

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